viernes, 1 de julio de 2022

Las colectividades del Cinca Medio durante la guerra civil (1936-1938)

 Movilización social

La sublevación militar contra la República que se decla ra en Marruecos el 17 de julio de 1936 y se extiende a la península a partir del 18, se logra detener en tres quintas partes del territorio aragonés gracias a la actuación decidida de sus gentes. La amplia movilización social de aquellos días de julio, sin embargo, no se limita solo a la defensa del orden republicano frente al fascis mo, sino que, superándolo, se propone acometer las reformas que la República no había sido capaz de resolver en los cinco años precedentes. En otras palabras, el estallido de la guerra civil provoca una situación de suspensión del orden establecido que permite ensayar una completa reorganización de la vida pública y abordar una cuestión que sin duda es crucial en el Aragón de los años treinta, que es la reforma agraria pendiente. El proceso de colectivización que se inicia entonces en las zonas que permanecen leales a la República consiste, precisamente, en la puesta en marcha de una nueva forma de organización socioeconómica basada en la incautación y explotación colectiva de los medios de producción, entre los cuales la tierra es central. La participación en este proceso no es minoritaria. Se estima que cerca del 70% de la población de la zona republicana ara gonesa, es decir, unas 300.000 personas, participa en las 450 colectividades que se crean en la región.

Brigadas internacionales en Binaced

 La comarca del Cinca Medio, situada en un enclave estratégico entre el frente oscense y la retaguardia catalana y zona cuya importancia industrial y agrícola se demostrará vital durante la guerra civil para el abastecimiento tanto de la po blación civil como de los milicianos, constituye una de las regiones donde el proceso de colectivización alcanza mayores cuotas de implantación y participa ción. En febrero de 1937, momento en que se celebra en Caspe un Congreso Ex traordinario de Colectividades con el fin de impulsar una federación regional, existen dos importantes federaciones comarcales en el Cinca Medio, que coinci den con las estructuras organizativas previas de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Se trata, por una parte, de la Comarcal de Albalate de Cinca, que representa en el mencionado congreso a 16 colectividades y a un total de 4.068 afiliados y a la que pertenecen, junto con Albalate y Alcolea de Cinca: Ontiñena, Peñalba, Almudáfar, Lecina de Cinca, Chalamera, Belver de Cinca, Candasnos, Ballobar, Velilla de Cinca, To rrente, Fraga, Villanueva de Sigena,       Osso de Cinca y Zaidín. Y, por otra,   la Comarcal de Monzón  que,  según las actas del  congreso,  representa  a 32 pueblos y a un total de 64.850 colectivistas. Esta comarcal de colectivi dades incluye la mayor parte de las poblaciones del Cinca Medio: Almunia de San Juan, Alfántega, Ariéstolas, Binaced, Cofita, Conchel, Monzón, Pomar, Pueyo y Valcarca, y poblaciones importantes de La Litera. Fija su sede en Binéfar, por considerarse el lugar más céntrico y mejor comunicado. Algunos de estos pueblos se colectivizan totalmente, como en el caso de Alcolea de Cinca, Almunia de San Juan o Valcarca.

 

Una conjunción de factores explica la expansión de las prácticas autogestionarias en toda la comarca, entre los cuales destaca la composición social y la tradición político-sindical de los pueblos de la ribera del Cinca, así como la necesidad imperiosa de organizar la producción y el abastecimiento de los mismos ante el desbarajuste que provoca la guerra. La colectivización no es el resultado de una imposición violenta por parte de las columnas de milicianos de paso hacia al frente, sino la respuesta organizada y en gran medida espontánea de la población frente al derrumbe de las instituciones republicanas, la urgencia de realizar las cosechas, de organizar el abastecimiento y, en definitiva, de aunar fuerzas para evitar el avance del fascismo. Para muchos, además, es también un modo de poner en práctica una transformación social largamente soñada, basada en los principios del comunismo libertario, que convierte la colectivización, de hecho, en una verdadera revolución al subvertir los fundamentos de poder sobre los que se asentaba la organización social dominante hasta el momento


Antecedentes sociopolíticos y respuesta a la sublevación militar de julio de 1936

Por consiguiente, no se puede comprender el movimiento de colectivización en el Cinca Medio, y menos su consolidación, sin tener en cuenta su tradición polí tica y sindical y la vasta influencia libertaria, que iba a determinar la respuesta social y económica a la sublevación militar de julio de 1936. Existe constancia de la organización en algunos pueblos de la comarca, entre 1915 y 1917, de sindicatos únicos de trabajadores adheridos a la CNT, filial de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT). Si bien la represión aplicada por la monarquía de Alfonso XIII y, posteriormente, por la dictadura de Primo de Rivera, no favorecen su crecimiento, teniendo que pasar los sindicatos a la clandestinidad en espera de tiempos más favorables, en ese paréntesis muchos pueblos ven nacer asociaciones obreras que se constituyen en lugar de reunión y discusión política, como es el caso, por ejemplo, de la Sociedad Cultural Obrera de Binaced, creada a finales de los años veinte, o del centro republicano de Albalate de Cinca.

El advenimiento de la República en 1931 dará un importante impulso a la afiliación sindical. En ese mismo año se constituye la primera comarcal de sindicatos de la CNT en Monzón, donde permanece hasta la retirada de Aragón, en marzo de 1938. Cuando se produce el movimiento insurreccional del 8 de diciembre de 1933, en que se declara el comunismo libertario en varios pueblos de la comarca, en algunos durante horas y en otros varios días, la CNT cuenta en ella con más de 5.000 afiliados, lo que representa, según datos de la propia organización, más de un 80% de su población trabajadora y, en algunos pueblos, hasta el 97%.

Existe, por tanto, una tradición republicana y, en especial, de corte libertario, que explica la respuesta coordinada y contundente al golpe militar fascista de julio de 1936. En algunos pueblos del Cinca Medio, como en Monzón, se logra parar la sublevación el día 18 evitando la salida de la Guardia Civil acuartelada en la ciudad, tras lo cual se organiza un grupo armado para interceptar un autobús de la Benemérita que, procedente de Sariñena, trataba de llegar a Monzón y  Binéfar para declarar el alzamiento en la comarca. También en Binaced la respuesta es inmediata y republicanos y cenetistas ocupan los puntos estratégicos del pueblo organizando patrullas armadas. Por el contrario, en Albalate de Cinca y Binéfar, la Guardia Civil, junto a elementos fascistas, intentan apoderarse de ambos pueblos. La respuesta es rápida y tres camiones, presuntamente preparados por las Milicias de Barbastro, llegan a Albalate. También desde Monzón salen grupos de voluntarios y de guardias civiles que se declaran republicanos y, tras varias horas de fuego cruzado, se logra que los fascistas, atrincherados en algunas casas y en la torre de la iglesia, se rindan.


La organización de las colectividades



 Tras la derrota de la sublevación fascista en la comarca y el desmoronamiento de las instituciones republicanas, se constituyen una serie de comités locales, re volucionarios o de defensa, dependiendo de la localidad, que se erigen en los nuevos actores políticos de la vida municipal. Aunque las fórmulas empleadas son diversas, las colectividades suelen crearse a su amparo, en asambleas generales cuya iniciativa parte de los pro pios vecinos, que participan en ellas masivamente, si bien en algunos casos la propuesta emerge de asamble as de la CNT.

Hasta finales de octubre de 1936, momento en que se crea el Consejo Regional de Defensa de Aragón y empieza a aplicarse, en contrapartida, la reorganización decretada por el gobierno central, con la constitución a partir de enero de 1937 de consejos municipales en sustitución de los comités revolucionarios, se desarrolla una primera fase muy activa en el proceso colectivizador. En las colectividades que se crean a finales de julio, y durante los meses de agosto y septiembre, suelen participar todos los vecinos, sobre todo en las localidades más pequeñas, y las forman pequeños propietarios, jornaleros, arrendatarios, comerciantes y miembros de profesiones liberales. Los colectivistas se organizan a partir de la toma de posesión del mon te comunal y la expropiación de las tierras y propiedades de los grandes terratenientes, así como de la puesta en común de los bienes y herramientas de la lo- calidad y la incautación de las fincas urbanas de elementos declarados fascistas, que se convertirán en locales de la colectividad, albergues para refugiados, escuelas, etc. Las aportaciones voluntarias son inventariadas para que en el caso de que alguien quiera separarse de la colectividad le sea devuelto lo aportado. 

Los mecanismos de funcionamiento son bastante similares en la mayoría de poblaciones de la comarca. Una vez constituida la colectividad, se establecen las normas por las que debe regirse, a menudo en forma de estatutos, y se discuten las formas de trabajo, redistribución de la riqueza y prioridades, se elige un comité o junta de administración y se forman equipos de trabajo constituidos por varios trabajadores. Estos equipos, divididos por ramas de actividad, nombran un delegado que se reúne cada noche con los delegados de otros equipos para decidir el trabajo que debe realizarse al día siguiente. Tanto los delegados de grupo como los miembros del comité son revocables y desarrollan sus funciones en las horas libres. La jornada laboral depende del trabajo a realizar y están exentos del mismo los menores de 15 años, los mayores de 65      y las mujeres con cargas familiares. Periódicamente, se realizan asambleas de toda la colectividad donde se deciden las orientaciones generales. El centro de decisión reside siempre en la asamblea y una de las primeras medidas que se toma en todas las colectividades es la abolición del asalariado, permitiendo a aquellos pequeños propietarios que quieran trabajar sus tierras sin contratar a jornaleros la libertad de hacerlo. Por otra parte, en cuanto a la forma de retribución, que en un primer momento consiste en una tarjeta de productor que da derecho a tomar lo necesario del montón, la más común a partir de octubre es el salario familiar pagado en bonos o vales, aunque hay casos excepcionales, como el de Alcolea de Cinca, donde se instituye un salario individual pagado primero en moneda local y posteriormente en moneda republicana. El salario familiar, cuya cuantía varía según las localidades, se calcula en función del número de personas por familia, con lo que se tiene más en cuenta las necesidades que los servicios prestados a la colectividad. La distribución de los productos se realiza mediante una cooperativa donde se deposita toda la producción del pueblo y lo que se adquiere del exterior mediante compra o trueque, y que cubre no solo las necesidades de los colectivistas, sino a menudo también las de quienes se denominan «individualistas» por no pertenecer a la colectividad. Cuando algún producto escasea se establece una carta de racionamiento, pero con los productos abundantes se practica normalmente la «toma del montón» sin que por ello se produzcan abusos, existiendo una cuenta abierta donde se consignan todas las transacciones que se producen. Por otra parte, los servicios para los miembros de la colectividad suelen ser gratuitos, incluyendo, según los casos, el alquiler, la luz, la atención médica, los gastos farmacéuticos, etc. 

Hechos significativos, por cuanto expresan el sentido de justicia social y el enorme entusiasmo con que se vive la transformación en curso son, por un lado, que    el intercambio de productos entre colectividades utiliza como referencia los precios de julio de 1936, con el fin de evitar el alza que experimentan en toda la zona republicana como consecuencia de la guerra y, por otro, que la producción aumenta en un año, en general, y respecto a 1936, de un 20 a un 30%, y ello estando la mayoría de los hombres jóvenes movilizados en el frente.

Si, en un principio, la organización colectiva del trabajo y la economía están parcialmente determinadas por las circunstancias, por la necesidad de cosechar cuanto antes e impedir el desabastecimiento, en cuestión de dos o tres meses se generaliza la organización de colectividades por toda la ribera del Cinca. Veamos con mayor detalle cómo se procede a la colectivización económica en algunos pueblos de la comarca.

 Aunque las cifras referentes al número de colectivistas varían según las fuentes empleadas, se estima  que, por ejemplo, en Albalate de Cinca, con  una  población  cercana  a  las 1.500 personas en 1936, según Agustín Souchy, a mediados de 1937  la colectivi dad está integrada por 113 familias y un total de 450 personas, 300 ocupadas en la agricultura y unas 25 en oficios varios como carpintería, herrería, etc. La colectividad cultiva en las tierras del pueblo que habían pertenecido al duque de Solferino, cereales, patatas, alubias, maíz y remolacha, en 1.800 hectáreas de regadío y 500 de secano de una extensión territorial municipal de 2.900 ha. Solo      la remolacha se destinan 290 ha. Con la colectivización, la producción de trigo aumenta un 15% y la de patatas y maíz un 25 y un 30%, respectivamente. Además, la colectividad posee 13 bueyes, 45 vacas, 1.000 ovejas, 200 cerdos y varios       centenares de cabras.

En Alcolea de Cinca, según Walter Bernecker, entran en la colectividad 2.230 de sus 2.350 habitantes, afiliados en su mayoría a la CNT pero también a Izquierda Republicana (IR). La colectividad cultiva cereales, hortalizas y frutas y crea una granja de cerdos. Se implanta un sistema de remuneración y de prestaciones sociales, se produce dinero local y se practica el trueque con otras colectividades. Con apoyo de la colectividad, se crea en el pueblo un hogar para ancianos sin familia y refugiados.

En Binaced, con una población de poco más de 2.000 personas en 1936, una vez formado el Comité de Defensa y Aprovisionamiento Local, se convoca una asamblea a la que acude todo el pueblo y en la que se decide organizar una colectividad en la que iban a participar inicialmente todos los vecinos, con excepción de cuatro o cinco familias. Se realiza entonces un inventario de lo que se deposita en esta. Se habilita un lo cal para cooperativa, con secciones de pan, comestibles, ferretería, tejidos, aceite y vino, y en las cuadras de Barrau se instalan las mulas, los aperos de labranza y el depósito de granos. Se procede también, rápidamente, a realizar la cosecha del trigo y el trabajo agrícola queda organizado en veintitrés grupos de trabajo, cada uno con su delegado. Las muje res, compensando la marcha de muchos hombres al  frente,  colaboran en las cosechas del trigo, maíz, olivas y remolacha, y las personas mayores se prestan también voluntarias para trabajar en las tareas agrícolas menos pesadas. Paralelamente, se instalan motores eléctricos en trilladoras y molinos de aceite que hasta entonces   habían   funcionado   con tracción animal. La colectividad distribuye 350 libretas de salario familiar, en las que figura el cabeza de familia y el número de personas mayores y menores por casa, y mediante las cuales se pueden obtener los productos racionados. Más  adelante  se  pondrá  en  circulación papel moneda local, reservando la moneda estatal para casos excepciona les. Una vez instalada la Federación Comarcal de Colectividades en Binéfar, la colectividad de Binaced intercambia en ella cereales y otros productos agrícolas por azúcar, tejidos, alfarería, etc.

En Monzón, una vez se considera conjurada la sublevación en la comarca y después de enviar armas, víveres y hombres voluntarios al frente, la prioridad es cosechar los cereales y hacer la trilla y, a continuación, sembrar las judías, que es la principal cosecha del pueblo. La colectividad se crea en julio pero se organiza formalmente en octubre de 1936 y participan en ella 85 familias, su- mando un total de 450 socios, aunque algunas fuentes aseguran que llega a tener 1.000 miembros. La colectividad se forma a partir de las aportaciones de los socios más catorce fincas expropiadas a grandes terratenientes y algunas tierras incautadas a quienes no las podían trabajar por haber sido abolido el trabajo asalariado. Además de las tierras, se cuenta con quince pares de mulas, con aperos y herramientas, dos tractores y una máquina trilladora, talleres di- versos, molinos, pequeñas fábricas, café, tiendas, etc., hasta un total de veintidós secciones. En las tierras colectivizadas se cultiva remolacha azucarera pa ra abastecimiento de la industria local y cereales, y se llega a crear un centro dedicado a la fruticultura. Se dispone además de varias granjas en las afueras donde se crían gallinas y cerdos para abastecer a las familias y a los dos comedores instalados en la ciudad para solteros y milicianos, y se proyecta la construcción de una granja en El Palomar que dispone de cuadras, establos, gallineros, jaulas para conejos, etc. La colectividad agrícola requisa Casa Alejandret para convertirla en albergue de trabajadores solteros; Casa Salas se transforma en oficina, cocina, comedor y dormitorios de la colectividad industrial y artesanal; Casa Paysanto se convierte también en vivienda de colectivistas, equipándose uno de sus locales como carpintería, y Casa Calderón se des- tina a la creación de la Escuela de Militantes Libertarios de Aragón, sobre la que volveremos más adelante. Paralelamente, en las tres iglesias de Monzón se instalan un taller de carpintería, en el que trabajan en común más de veinte carpinteros, un cuartel y un hospital, respectivamente. El local de la colectividad se ubica en la antigua sucursal del Banco de Aragón.

MILICIANOS EN BINACED


El sueldo familiar de esta colectividad en marzo de 1938, momento de la retira da republicana de Aragón, es de 5 pesetas diarias para cada soltero (hombre o mujer), 9 por matrimonio, 3,50 por cada hijo menor de 14 años y por cada anciano en la familia y 4 por cada hijo mayor de 14 años. Cuando se crea la colectividad estos sueldos son mucho menores, pero algunos productos como la verdura, la leña o la luz se proporcionan gratuitamente. Los colectivistas tienen también derecho a médico, farmacia y vivienda. Se pone en circulación moneda local y se crea una cooperativa de distribución que abastece al conjunto de la población.

Se dice que en sus momentos álgidos, la colectividad llega a registrar un movimiento económico de entradas y salidas de unas 10.000 pesetas diarias. Además de esta colectividad agraria, con sus varias secciones y controlada por la CNT, existen también colectividades de la Unión General de Trabajadores (UGT), por ejemplo en el ramo de la construcción, y algunas en que participan ambas sindicales mediante consejos obreros, como la Azucarera de Monzón. La mayoría de los pueblos de la comarca producen remolacha para la Azucarera, que pertenece a la Compañía Nacional Azucarera, y por este motivo su socialización resultará muy conflictiva durante toda la guerra. 

A grandes rasgos, estas son algunas de las particularidades que presentan las colectividades que se crearon en los pueblos del Cinca Medio a partir de julio de 1936. Además, durante los breves e intensos meses de su existencia, y hasta que se abatió sobre ellas primero la represión comunista y finalmente la fascista, llevaron a cabo un interesante proceso de federación, tanto a nivel comarcal como regional, para facilitar los intercambios de productos, coordinar y promover el apoyo mutuo en las labores del campo y en aspectos vinculados a la tecnología y la cultura, para impulsar la creación de servicios comarcales, etc.

 

 La Federación Comarcal de Colectividades de Monzón 

El primer intento de federación regional entre colectividades se concreta en el Congreso Extraordinario de Colectividades celebrado en Caspe los días 14 y 15  de febrero de 1937.

El congreso, convocado por el Comité Regional de la CNT, retoma la propuesta hecha por una asamblea de colectividades celebrada en Binéfar el 15 de septiembre de 1936 y su objetivo principal consiste en crear un mecanismo para organizar de forma solidaria los intercambios entre las colectividades y poder establecer una serie de acuerdos a este respecto. En él están representadas 275 colectividades que agrupan cerca de 142.000 colectivistas y entre las cuales par ticipan, como se ha mencionado con anterioridad, las dos mayores federaciones comarcales del Cinca Medio, la Comarcal de Albalate de Cinca y la Comar cal de Monzón, con 4.068 y 64.850 afiliados, respectivamente.



Una de las primeras acciones que lleva a cabo la Federación Comarcal de Monzón, fundada en diciembre de 1936 en una asamblea general realizada en el Teatro Goya de Monzón, con el fin de paliar las desigualdades existentes entre las distintas colectividades que la integran, consiste en confeccionar una estadística de producción y consumo para proceder a su regularización, para lo cual crea unos almacenes comarcales de producción y abastos que funcionarán como centros de intercambio entre colectividades. En estos almacenes, situados en Binéfar, las  colectividades se proveen de todo lo que necesitan (tejidos, alfarería, objetos de cocina, etc.). Los molinos de aceite, que en casi todas las colectividades funcionaban con tracción animal, son provistos de motores eléctricos y los electricistas distribuyen varias máquinas de cine. La Comarcal se ocupa, además, de que el servicio eléctrico llegue a muchos pueblos y aldeas que carecen de luz (se instala la corriente eléctrica en ocho pueblos y teléfono en once); de la mejora de las carreteras; del ser vicio de transporte y de la educación  y la sanidad. Otros proyectos son la instalación de tres granjas agrícolas, una de ellas en Binaced, con 700 terneros del valle de Arán que se intercambiarían por harina y azúcar. 

Avances importantes en la solidaridad entre las colectividades del Cinca Medio  son que, gracias a las estadísticas realizadas, se conocen las carencias y necesidades de unas y otras. Y entre estos logros, el apoyo a dos iniciativas en los ám bitos educativo y sanitario: la Escuela de Militantes Libertarios de Monzón y el   Hospital Casa Salud Durruti en Binéfar. 

La Escuela Comarcal de Militantes Libertarios, que se establece en la Casa Calderón de Monzón con ayuda de la Federación Comarcal de Colectividades y de varios donativos, se plantea como objetivo proporcionar una educación a los propios hijos basada en principios no autoritarios y autogestionarios, que les permitiera proseguir en el futuro la labor revolucionaria que los padres habían iniciado. En otras palabras, formar a los jóvenes que muy pronto iban a convertirse en animadores, contables y expertos agropecuarios de las colectividades. Inicialmente, este proyecto organizado por el maestro Félix Carrasquer, nacido en Albalate de Cinca, reúne a 40 jóvenes de 12 a 17 años que, procedentes de diferentes pueblos de la comarca, han sido escogidos en asamblea por los propios colectivistas. 

La escuela se organiza en un régimen comunal en el que el profesor, con la colaboración de algunos alumnos, coordina la enseñanza y estos a su vez se encargan de la administración del centro, estableciendo comisiones administrativas, de higiene, orden, trabajo, etc. Incluso la limpieza, la cocina y el lavado, tareas en principio realizadas por mujeres de la colectividad, son al po co tiempo asumidas por los alumnos. Las clases se imparten por las mañanas y por las tardes, incluyendo asignaturas como matemáticas, geometría, economía, historia natural, sociología, física, química, redacción, etc., y se estimula el trabajo en grupo mediante la realización de proyectos. Algunos jóvenes se especializan en cuestiones de contabilidad, avicultura, agricultura, pedagogía o psicología infantil. A última hora de la tarde, la comisión de agricultura     se ocupa del huerto comunal y tras la cena se hace una lectura comentada de libros escogidos. La escuela posee una biblioteca y un grupo de teatro que suele ir todos los domingos por los pueblos de la comarca representando alguna obra de contenido social. 


La Escuela de Militantes Libertarios se muda a Albelda tras los bombardeos de finales de septiembre sobre Monzón y cambiará de emplazamiento en varias ocasiones hasta la retirada de Aragón y su posterior exi lio en Francia.

También por iniciativa de la Federación Comarcal de Colectividades se crea un hospital que cubrirá las necesidades sanitarias de los pueblos de la comarca. El hospital comarcal se llamará Casa de Salud Durruti. 

De la represión comunista de las colectividades en agosto de 1937 a la ocupación fascista en marzo de 1938 

A pesar de los avances sociales que acompañan el proceso de colectivización en la región aragonesa, y de sus buenos resultados económicos, algunas fracciones republicanas, en cuya cabeza está el Partido Comunista (PCE), emprenden una amplia ofensiva contra las colectividades que se inicia ya a finales de junio de 1937. El antecedente directo de esta son las provocaciones a la sindical anarquista que están en el origen de los graves sucesos de mayo de 1937 en Barcelona y que tienen repercusiones en el frente aragonés en forma de asesinatos y ataques entre comunistas, republicanos, anarquistas y poumistas. El motivo del ataque a las colectividades es que representan, a ojos de los partidarios del centralismo estatal, una amenaza real a cualquier poder político basado en estructuras jerárquicas y burocráticas. Será precisamente el nuevo gobierno de Negrín,  tras la dimisión de Largo Caballero, el encargado de promover la represión institucional contra estas y contra el gobierno autónomo representado por el Consejo de Aragón. La campaña de acoso y derribo se despliega tanto a nivel mediático, mediante un discurso difamatorio, como a través de acciones de hostigamiento militar. En junio de 1937 ya se registran las primeras detenciones de miembros de consejos municipales y de la Federación Comarcal de Colectividades de Albalate de Cinca. El día 30 de junio, las fuerzas de seguridad y la guardia nacional republicana detienen a 14 personas en Belver de Cinca, Osso, Zaidín y Albalate. A finales de julio se reproducen los atropellos en varios pueblos del frente de Huesca y de la ribera del Cinca, protagonizados por la 27 división, an tigua Carlos Marx, y por guardias procedentes de Sariñena.

El 1 de agosto de 1937, en una asam blea del Frente Popular en Barbastro, se ultiman los detalles de la ofensiva contra la obra libertaria, que se des- plegará con toda virulencia a partir del 10 y 11 de agosto, tras el anuncio del decreto de disolución del Consejo de Defensa de Aragón y el nombramiento de José Ignacio Mantecón  como nuevo gobernador general de Aragón, con el resultado de al menos  600 detenidos y varias decenas de colectividades destruidas. Mientras los soldados de la 11 división, mandada por el teniente coronel Líster, avanzan hacia Caspe y Alcañiz, sedes del Consejo y del Comité Regional de la CNT, la 27 división ocupa varios pueblos de la ribera del Cinca. 

En Albalate de Cinca, fuerzas de la Carlos Marx se apoderan del Comité local y  destruyen la colectividad y en Alcolea detienen a los miembros del Consejo municipal, incautándose de verduras y leche del recién creado asilo de ancianos y de los locales de las Juventudes Libertarias y de los sindicatos CNT y UGT. A continuación destruyen el hospital Casa Durruti. En Monzón, las mismas fuerzas apoyadas por los derechistas de la comarca, la Guardia Civil y la de Asalto, se incau tan de los locales de la CNT, detienen a todos los miembros del Consejo municipal y los trasladan a Barbastro, donde los militantes de la CNT son encarcelados.  



En todos los pueblos se practican numerosas detenciones y los presos son conducidos al convento de las Capuchinas de Barbastro. Muchos no saldrán hasta dos o tres meses más tarde, cuando aprovechan los bombardeos de la aviación fascista sobre Barbastro para huir. Las colectividades son desechas y los consejos municipales sustituidos por comisiones gestoras controladas por el PCE. En  muchas localidades, estas comisiones requisan las tierras y herramientas de la colectividad para devolverlas a sus antiguos propietarios. 

Sin embargo, a pesar de esta brutal represión, en la mayoría de pueblos del Cin ca las colectividades vuelven a recomponerse pasado un tiempo, coincidiendo con la reconstitución de los sindicatos, normalmente con menos vecinos y mayores dificultades pero con la misma estructura y modos de funcionamiento. El papel de las mujeres parece crucial en mantener en pie las colectividades y en cuanto se marchan las tropas comunistas, muchos campesinos rompen las actas de propiedad que les habían hecho firmar a punta de pistola. 

En Binaced, por ejemplo, donde han sido encarcelados varios miembros de la colectividad, esta se rehace con la participación de 80 familias y el apoyo econó mico de los jóvenes del pueblo que se hallan luchando en el frente. Lo mismo ocurre en otras localidades, lo que demuestra que el proyecto de autogestión  que representan las colectividades goza de un amplio apoyo entre la población. 

Sin embargo, poco tiempo transcurre entre su reconstitución y la que será la última y definitiva ofensiva, esta vez por parte de las tropas fascistas, contra los sueños de emancipación expresados en las colectividades de miles de campesinos y trabajadores. Esta última ofensiva, en marzo de 1938, que determinará la caída definitiva de la zona republicana de Aragón, provocará la huida masiva de    los habitantes de los pueblos del Cinca y el inicio de un doloroso exilio, para unos exterior y para otros muchos interior.


                        ( AMBER J. SEWELL )

 

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