Compañeros y compañeras de
ideología.
Nos gustaría contar con tu presencia, te invitamos a participar y ser partícipe de este emocionante recuerdo.
Un poco de historia:
Nada más acabar la Guerra
Civil en España, en abril de 1936, miles de personas que permanecen exiliados
en Francia entran en el campo de Gurs (Béarn). Durante los seis años de
existencia (1939-1945) se recluye en él a 63.929 personas; republicanos
españoles y brigadistas internacionales primero y, después, de forma sucesiva,
ciudadanos de la Europa Central huidos de la barbarie nazi, militantes de
izquierda, gitanos, apátridas y, sobre todo, judíos.
El exilio de los republicanos
españoles se extiende por todo el mundo, particularmente sobre el continente
americano, África del Norte (Magreb) y Europa (Reino Unido y la URSS, para los
militantes comunistas). Sin embargo, el inicial destino de los refugiados es
Francia, donde se acoge en condiciones deplorables a cerca de 500.000 españoles
en lo que eufemísticamente se conoce como campos de internamiento. La llegada
de los asilados provoca una escisión en la opinión pública francesa. Una parte
de la población es compasiva, con familias que se movilizan para aliviar la
miseria de los exiliados (colecta de dinero, dones de ropas). Pero otra reclama
su expulsión por razones financieras; la acogida de los expatriados comporta
fuertes gastos y se traduce en un clima xenófobo al que contribuyen algunos
periódicos de extrema derecha. Una situación similar a la que ahora viven los
que huyen de las zonas en conflicto de Eritrea, Siria, Afganistán e Irak.
Durante los tres años de la
contienda fratricida española, Francia levanta campos de internamiento por todo
el país para redistribuir a los más de 250.000 refugiados que se apiñan en
playas mediterráneas como la de Argelès-sur-Mer. Al final de la guerra,
establece una política de clasificación de las zonas donde se refugian los
exiliados españoles. Se reserva para los heridos Vernet-les-Bains (Pirineos
Atlanticos); los funcionarios e intelectuales se internan en Bram (Aude); Agde
(Hérault) se adapta sobre todo para los catalanes; y Barcarès, el mejor
acondicionado y abierto al público, se utiliza como instrumento de propaganda
por las autoridades públicas. Además existen también unos terrenos
disciplinarios y prisiones donde los detenidos sufren castigos corporales:
Rieucros (Lozère), para mujeres ‘peligrosas’ (bien comprometidas políticamente
o por oponerse a los deseos de sus guardias) y Vernet-d’Ariège, el campo
disciplinario reservado para los anarquistas de la división Durruti.
Para descongestionar los
superpoblados campos, Francia inaugura el de Gurs en Béarn en la primavera de
1939. El centro acoge tres categorías de refugiados: los vascos, los aviadores,
algunos aragoneses y los antiguos miembros de las Brigadas Internacionales. Las
condiciones son mejores que en otros lugares ya que todos los refugiados pueden
dormir en barracones de madera. Sin embargo, sufren hambre y el ataque de
piojos, pulgas y ratas.
Gurs se levanta de la nada en
solo 42 días. Construido sobre una landa cenagosa, de unas 80 hectáreas (como
80 campos de fútbol), tiene 428 barracones de madera (382 para los refugiados y
46 para la tropa) que se agrupan en 13 manzanas, situadas a ambos lados de una
hilera central de dos kilómetros. Cada nave tiene unas dimensiones de 24 x 6
metros, donde se apiñan hasta 60 refugiados. La capacidad total está prevista
para 18.500 internos; es la tercera población del departamento, entonces llamado
de los Bajos Pirineos (actualmente Pirineos Atlánticos), solo por detrás de Pau
y Bayona. Los ‘gursiens’, como fueron llamados los internados en este campo,
fueron vistos con recelo, cuando no con hostilidad, por la población de la
zona, dada su condición de ‘rojos españoles’; por otra parte, también reciben
muestras de apoyo y solidaridad de la población bearnesa, dado su ejemplo de
lucha antifascista.
La comida
es escasa y pésima; no hay servicios sanitarios, ni agua corriente ni
saneamiento. El campo no está drenado y con la lluvia el barrizal casi impide
los movimientos.
La dureza de las condiciones
de vida en los campos, lo ímprobo de los trabajos que realizan los refugiados
y, sobre todo, el estallido de la II Guerra Mundial en septiembre de 1939
provocan un importante y rápido retorno de muchos exiliados. Sin
embargo, para varios miles de ‘republicanos’, sobre todo para aquellos más
comprometidos políticamente, el regreso ni siquiera se plantea. La permanencia
en Francia o su huida hacia América son las únicas vías para continuar una vida
que queda trastocada desde su salida de la españam republicana. Las esperanzas de retorno,
mantenidas por muchos hasta el final del conflicto mundial, se diluyen
dramáticamente a partir de 1945, cuando, pese a la victoria de los aliados,
Franco sigue al frente del país.
Y continua la represión ....
Pero nosostr@s: "Encontraremos un camino, y sino, lo crearemos"
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